LA NOCHE ES NUESTRA, DE JAMES GRAY
Este infame telefilm policíaco sólo tiene de acertado la magnífica selección de fotos en blanco y negro del arranque y el placer de poder ver a una Eva Mendes de tamaño natural. Lo demás, un remedo de historia acerca de hermanos enfrentados (los norteamericanos deben ver algo así como los Karamazov en cualquier pareja de hermanos rusos), unos alardes de ambientación y una trama deliberadamente anticuada -de TV movie de los ochenta-, no vale absolutamente nada.
Pero me sive para hilar un par de pensamientos: Gabriel Albiac, un gran lector de novela negra norteamericana, parecía asombrarse en un artículo reciente de que la forma de ocio moderna sea ojear o leer una de esas piezas narrativas que cuando las acabas, y si están bien manufacturadas, te dan la sensación de llevar las manos manchadas de sangre. Cosecha roja sería un buen ejemplo. Pero ésta no es la única tara de este entretenimiento venido de Inglaterra y los Estados Unidos.
Se da muy frecuentemente, en el cine y la novela policíacos, en los malos, en los que no emparentan con la novela social, un enfermizo placer por culpar al pobre de su propia desgracia, de asociar pobreza y crimen y no dejar que el pobre se disculpe jamás. El papel despintado de las paredes lleva irremisiblemente al crimen. Y este placer se ve en la forma en que están rodadas algunas escenas de esta película, regodeándose en la pobreza. Cuanto más sórdida, mejor. La pobreza es impura y la casa del pobre es la casa del crimen, no de la injusticia. Debe ser verdad que para Shakespeare no era lo mismo el sufrimiento de un príncipe que el de un siervo. Nada más.
martes, 29 de abril de 2008
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