lunes, 14 de abril de 2008

Naturaleza muy muerta


CASHBACK, DE SEAN ELLIS
Ha sido todo un purpurrí de esperanzas el que me ha llevado a ver Cashback. Que trata de un supermercado y quería saber lo que se podía hacer con el pladur "herreriano" (Umbral) de los híper, de esos centros comerciales que tenemos plagados de neandertales apasionándose por la alta tecnología. Además, que me hacía gracia el título, mezcla quizá de casbah y cash-back, ese auténtico himno anglosajón: "¡I want my money back!" Y, de nuevo, me he llevado una desilusión. Suele ocurrir. Sobre todo conociendo las frustradas buenas ideas de las que, a veces, las películas están plagadas.

La idea en que se basa la película es inatacable. Lo que critico es el excipiente: gags de sitcom, paralelismos de manual, romances de fotomatón y jóvenes de pelo casualmente desordenado que preguntan continuamente ¿estás bien? Demasiado The catcher in the rye. Cuando los jóvenes muestran lo que para ellos es importante, comparas con otras épocas y te entra un escalofrío. Lo que quieren es el arte para conseguir a una chica, no para nada más. Es de una privacidad miserable. Eso y acabar la faena con el strip-tease de turno, la obsesión del mundo, despelotarse.

Pero la idea es simplemente genial. Y, si no se enseñoreara la autocensura, en vez de convertirse en fuente de inspiración para una payasada global (lo de quedarse quieto en las estaciones de tren, cosas -disculpa Aarón- de capitales) podría ser una buena obra, una obra más importante por lo que calla que por lo que dice, además de que tiene todas las buenas características de la novela norteamericana actual: es poética con los productos de consumo y crea su propio léxico, su propio diccionario. Nada hay más infantiloide y decadentemente barroco. Nada es, por tanto, más subversivo si se le aplica ironía. Pero Ellis todo lo que saca lo tiene pensado. Todo es de escuela de arte. Y el funambulismo no es lo mismo desde que se enseña.

¿En qué podía haber desembocado esta fábula sobre imágenes que se congelan? ¿En budismo? ¿En la jarra que Mahoma ve derramarse durante una eternidad o en modernísimo miedo al tiempo? Ellis no concreta.

Algo no ha permitido que la película sea una auténtica obra maestra, quizá un productor que da más miedo del que debe dar o quizá (el capitalismo planea trampas infernales y justísimas y todo tiene para él su solución simétrica) el miedo de un director que es él mismo su propio productor. Para diagnosticar lo que ha obstaculizado esta película, salgámonos un poco de esta generación. Y digamos, simplemente, que han sido los pocos cojones.

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