sábado, 12 de abril de 2008

Lope de Vega y Carpio


Me he dado cuenta de que Félix Lope de Vega no es el verso fácil, ni el soneto a Violante, ni el enredo ni la capa ni la espada. Lope de Vega es el subtexto barroco y actualísimo, tanto en La dama boba, como en Los locos de Valencia. El de La dama boba, el de una mujer que aprende a ser inteligente enamorándose, que aprende por amor (desde mi punto de vista, toda una tesis pedagógica), el de los locos de Valencia, un enamorado que entra en un manicomio siguiendo a su amada (otra tesis).

Es con estas obras de Lope de Vega con las que te das cuenta de que Lope no es el monstruo, el Fénix de Feria que nos han contado y simplificado en la desastrosa asignatura de literatura española, sino que es tan grande porque es humano, inteligente, enamorado.

Y ve mucho, no esconde la realidad. Lope es realista. Vladimir Nabokov asegura que la primera aparición de un homosexual en la literatura es allá por debajo de un puente del siglo diecinueve. Pero a uno le da la impresión de que Lope de Vega podría haber presentado la primera loca en sociedad un par de siglos antes. Lope ve mucho, ya lo he dicho. (Más que Shakespeare, quien, por su lado, es mejor escritor que él.) E, independentemente de los juegos oportunistas y tardíos de los montajes actuales, ahí están casi los afeminados en los embozados con demasiadas plumas de otras obras de Lope y en sus finezas y chanzas sobre el valor en los duelos.

En Las bizarrías de Belisa -que es una obra muy menor de su senectud- está también a punto de tocar el menos frecuente problema de las mujeres hombrunas (mujeres-hombres, una de cincuenta; hombres-mujeres, se pierde la cuenta, se dice), puesto que Belisa escribe versos llenos de finezas, media en duelos y tiene luces. El personaje de Belisa debería quedar más perfilado, pero, ay, eso Lope no lo hace y además no la deja sola por sus atrevimientos sino que al final la casa. Pero es que Lope es comercial.

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