viernes, 25 de abril de 2008

Umberto D. oriental


MIL AÑOS DE ORACIÓN, DE WAYNE WANG, en los Cines Renoir de Deusto

Además de el premio a la mejor película en el devaluado y ya casi gastronómico Festival de San Sebastián, esta película se ha llevado el premio de la Asociación Católica Mundial para la Comunicación. A esto iba. A los religiosos les van quizá los comedidos chinos. Expongo la idea, tiro la piedra, de que los chinos tienen algo católico, o creyente, algo ambiguo en este sentido que hace que los malinterpretemos de esta manera que digo.

Se trata de una película con moralina, que no moral, un Umberto D. sentado en el consabido banco de la soledad, con gags cómicos para desatascar, convencional en el mensaje y muy, muy conservadora. Hasta en el mensaje, que es el que tanto motivaba a Tennessee Williams: el del confesionario. Como decimos, éstos parecen católicos como parecen muchas cosas, pero no lo son.

La película está rodada con una rembrandtiana luz natural y perfectamente interpretada en un precioso y armónico chino. Fluye, se desenrrolla al mismo ritmo que la banda sonora, es naturalista y, como suele ocurrir con el cine oriental, un punto de giro es una mirada, un mayor ritmo de tecleo al ordenador, nada más. (A esta cultura hay que desvestirla.) La película termina, tiene el buen gusto de acabarse, antes de que América, con su sola presencia, lo arregle todo (Estados Unidos puede destruir finales muerto y atado a su caballo, con su misma mismidad). Pero quizá no nos estemos enterando. "¿Qué quieren decir cuando dicen que "una mujer buena no sale de noche"? Sigo pensando que los chinos tienen que ir por otro lado.

1 comentario:

bolboreta dijo...

Pues tengo ganas de verla.
Hacía mucho que no te saludaba,Iban.
Biquiños.