viernes, 18 de abril de 2008

Le cinisme dure longtemps


SHINE A LIGHT, DE MARTIN SCORSESE
Un director de género y una banda de holligans. El director de género no lo sé ni me importa, pero la banda de holligans nunca ha hecho una canción con una problemática y eso hay que agradecérselo. Ni tampoco ha hecho caridad. O han hecho caridad -hacen caridad con Clinton en esta película- con un punto de cinismo. Uno sólo se los imagina con el corazón deshecho por las inundaciones de Bangladesh o por la matanza en la plaza de las tres culturas. El cinismo envejece bien, aunque ya no sea cinismo y se preocupen por el mundo. Los crucifijos que llevan son invisibles.

Y si aportan dinero a la fundación Clinton, eso le añade interés al documental: les debe mantener lo que ellos hacen, entonces, lo que ellos son. Porque como dice uno de ellos: "En el escenario no piensas. Eres lo que eres." Y lo hacen muy bien: Jagger es la idea hipostasiada, la forma pura del delincuente. Analicemos cómo se mueve. A primera hora de la mañana es el tonto que corre calle abajo a coger el autobús para ir a trabajar, luego lo pierde, sube cansado calle arriba, pisa el cigarrillo, se asusta por no saber de dónde vienen las réplicas de las gogós, mejores y más fuertes que su voz, y luego, después del susto que le dan los negros del coro o después del gallo que suelta él, viene el crimen: Jagger dispara al público una pistola de manos sin convicción, Jagger dispara con un dedo artrítico y al azar... Jagger es el ballet de la rehabilitación, la tarantella del asistente social. Y desorientado se come el micrófono y no pierde ni por un momento su acento oxoniense. Ni el british wit.

Siguen juntos porque son muy educados, entre sí y con el público: el respect. Otro secreto de su triunfo es que semiológicamente no han cambiado. Se han quedado en los sesenta, que es donde se dejó el debate. No hay que moverse ni un ápice del punto en el que se quedó la discusión. Porque todo lo que viene después es desorientación. Otro secreto es que la sinceridad les guía siempre (cuando desafinan, cierran inmediatamente los ojos). Y el último y doloroso secreto es que los ingleses siguen yendo muy por delante.

En cuanto al ataque de histeria del director de género (alguien habló de él) al principio de la película, es puro teatro. Hay hasta tres cámaras por ángulo haciendo una ronda que no acaba nunca. No hay ningún peligro de perder un fotograma. La mentira del director se suma a la mentira del montaje (es un documental basado en el montaje -y perfectamente montado, además-) y se convierte en una doble mentira.

Su música me sigue pareciendo inaudible. Uno es demasiado kantiano para tanto desorden. Pero reconozco que hacen jazz y suena bien, tocan country y lo integran y meten trompetas crooner-burguesas y les sale. Están viejos y dejan las cervezas a medio acabar. Pero son los únicos a los que los americanos dejan fumar en un teatro.

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