miércoles, 2 de abril de 2008

Nostalgias

REGRESO A NORMANDÍA, DE NICOLAS PHILIBERT
La nostalgia, salvo que sea nostalgia de algo -de la infancia, de una novia o del zarismo-, es absurda porque se repite una y otra vez, generación tras generación, conforme avanza el tiempo. Y en el caso de Regreso a Normandía sin duda alguna lo es.

He ido a ver Regreso a Normandía porque estaba basada en otra película rodada en 1975 y quería ver cómo había cambiado el mundo desde entonces, cómo nos habíamos vuelto más sensibleros, más neuróticos, más cursis y decadentes. Pero la película en la que se basa -una pelicula basada en otra, sofisticación muy francesa sobre la que vuelven una y otra vez- estaba a su vez inspirada por las memorias de un criminal muerto hace 140 años, con lo que Regreso a Normandía se queda sin argumento, salvo el gusto warholiano (los cinco minutos de gloria, que en este caso son dos horas) de los antiguos figurantes por aparecer delante de la cámara con sus insulsas teorías acerca del rodaje que tuvo lugar en 1975.

Simplemente no hay imágenes de 1975. Y sería interesante, porque en 30 años cambia hasta la naturaleza. En 1975 aún se hacían películas acerca de temas sacados de estudios de Foucault, de oscuros peritajes criminológicos (el francés es un idioma hecho para el peritaje estatal y quizá también para la criminología) de André Gide, etc, etc. En cambio ahora nos ha quedado la nostalgia sin objeto, Warhol y el implacable empeño francés por teorizarlo todo a partir de nada, su talento para las metáforas insulsas, para la poesía ambiciosa, para jugar a los intelectuales hasta formando parte del agro y no parar de exagerar. Ya se sabe, pero es una cosa muy extraña: los extranjeros exageran. Los acomplejados también exageran porque gracias a la exageración parece que estás teorizando algo. Toda teoría tiene algo de exageración.

¿Por qué se relaciona el cine con lo sublime lloroso? ¿Por qué el cine ha de ser lacrimógeno o nostálgico? José Luis Guerín tiene mil imágenes mejores que Regreso a Normandía para explicar lo que Nicolas Philibert no ha empezado ni a preguntarse. Véase Tren de sombras o Innisfree. Pero nos hemos vuelto muy franceses. Se ve en las bitácoras, se ve en los diarios. Hay que exagerar, exagerar. No hay que ser naturales. Hay que ser nostálgicos, tener una espina clavada. No saben que la nostalgia es, simplemente, la condición humana, que decía el otro.

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