domingo, 23 de diciembre de 2007

La brujula dorada, de Chris Weitz

¿ES APTA?
Ha llegado a nuestras pantallas preferidas una nueva saga de reyes, trolls, elfos, caballeros destronados, brújulas sabelotodo, osos acorazados y brujas de combate. Es La brújula dorada, basada en la leyenda moderna de turno escrita por Philip Pullman y que tanto ha soliviantado a la derecha católica norteamericana. Como dice Martin Amis, a quien intentamos plagiar en estas breves líneas: "Cuando el niño programa su despertador-dinosaurio, cierra su libro-dinosaurio y se acomoda entre sus sábanas-dinosaurio, ¿con qué sueña? Con dinosaurios." ¿Ahora con qué toca soñar? Con ateos.
¿Merece La brújula dorada la misma crítica que otros bodrios anteriores que por supuesto no hemos visto? ¿Tendrá razón Bill Donohue? Donohue, presidente de la Liga católica norteamericana, dice que La brújula dorada mete de tapadillo contenidos ateos para reclutar a las huestes infantiles que ahora van a dejar de soñar con dinosaurios y van a empezar a hacerlo con el abate Meslier ("hasta que el último rey cuelgue de las tripas del último sacerdote..."), con Lucrecio (De rerum natura) o con Cristovao Ferreira (que negó la creación). Como si no hubiera películas de Disney que hacen exactamente lo contrario inscribiendo sus ganancias en el haber de la Iglesia católica. Como si el cine no lo metiera todo, absolutamente todo, de tapadillo.
A uno le parece que habiendo tantas películas que adoctrinan con filosofías muertas o moribundas, tiene derecho a existir una con una filosofía viva, una filosofía que intenta todavía instaurar su mundo feliz, el racionalismo materialista y violento, por mucho que uno crea que ésa tampoco vaya a ser la solución.
La película habla de almas que sólo existen en los cuerpos, propugna una vida libre y autónoma, donde no haya autoridad, e incluso lanza guiños a la escuela anarquista, esa gran olvidada que tantos problemas les quitaría a los profesores. Pero no es sólo eso. Introduce el atomismo epicúreo -con la famosa decantación de átomos desde el cielo, responsables de los sentidos- o enseña cómo un niño se ejercita en el método cartesiano y aprende a preguntar. Y todo ello con honestidad, porque la trama es de una violencia espeluznante y no le hace ascos a llamar a la guerra por su nombre. Es firme partidaria de la guerra por la libertad, frente al señor Donohue, que se declara pacífico y cristiano, pero luego ¿apoya o no apoya a Bush?
Cuando salí del cine dos niños se dirigían en un dirigible propulsado por átomos al rescate de su tío, un científico preso, mientras dormían recostados en el lomo de un oso polar. ¿Es apta para menores? No si luego se van a acercar ustedes a la jaula de los osos.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

La vida interior de Martin Frost, de Paul Auster


MUSAS CON BRILLOS
Vivimos tiempos que avanzan tan poco como una melodía de Glenn Gould. Todo es reiterativo. Nada se desarrolla. Existe miedo a mirar al exterior por los enormes cambios que se otean ya. Prácticamente todo lo que se refiere a lo real es mejor esconderlo debajo del mantel o mostrarlo tras la máscara de la comedia antes que vivirlo como tragedia, que suele ser, en cambio, lo más lúcido. Todo se cierra sobre sí mismo. Y, así las cosas, no faltan escritores o directores de cine que hablan, no sobre la realidad, sino sobre sí mismos y su trabajo, sobre el acto de crear relatos o novelas. Nada más socorrido que escribir acerca de la escritura. Y eso es lo que ha hecho y lo que vuelve a hacer Paul Auster con esta película. Una película de cine club, una película antiglobalización, ¿cómo decirlo?, una película de actrices sin sujetador y con brillos. Una película sin depilar. Y, por supuesto, muy poco visual.
La trama describe la vida de un escritor, Martin Frost, que parece "haber perdido la llave de sus sueños" y se encuentra en la cama con su musa, de la que se enamora. El tema, el de la musa, es bueno por muchas razones: porque linda con la locura, porque es onírico y porque, simple y llanamente, es verdad. El tratamiento es minimal, a lo Kim Ki Duk, irónico, descreído y, como corresponde a estos tiempos, barroco, retorcido.
Pero el tema se le agota pronto y el desinterés no salva una película que se va haciendo muy lentamente y que debería haber sido un buen mediometraje.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Deseo, peligro, de Ang Lee


MUJERES DE PAJA
Yo no sé si Ang Lee es homosexual, pero uno diría que, de todas formas, uno puede ser homosexual y no creerse todo lo que dicen las mujeres. De hecho, la lista de los que lo eran y lo han conseguido es lo suficientemente amplia: Tennessee Williams, Truman Capote o Rainer Werner Fassbinder sin ir más lejos.
Esta película de Ang Lee apunta varios caminos e intenta ser muchas cosas, pero se queda en lo que todos damos por supuesto. Me explicaré, que para eso no me pagan: Nuestra concepción de las mujeres en el arte es exactamente la contraria de la que creen las feministas. Las mujeres aparecen como solidarias entre ellas y con la humanidad, como sensibles, inteligentes y fieles, pero luego hacen cosas en la película o en la obra de teatro que no cuadran con el resto de la imagen. Como decir, aunque sea en chino: "Pónme un apartamento." O una cosa o la otra. Como dice Esther Vilar, hay que ponerse de acuerdo no vaya a ser que las mujeres y sus abogados estén desprestigiando la causa común por falta de coordinación.
Ang Lee ha mezclado terrorismo y amor, que es como mezclar aceite y agua, ha filmado una película lenta como la lluvia, pero lo que ha hecho mejor ha sido asomarse, asustado como un colegial, eso sí, adorando a las mujeres como un cadete, eso también, a la psicología femenina para filmar una especie de Perros de paja femenino y oriental. Porque en Perros de paja también había psicología femenina. Si alguien dijo que Muerte en Venecia es la historia de una maricona a la que se le corre el rímel, Deseo, peligro es la historia de una china a la que le va la marcha. Pero el director la ha querido convertir al final en otra cosa.
Al director le aceptamos que sea chino o taiwanés, estaría bueno, le pasamos por alto que pertenezca a una cultura sutil que, como ellos dicen, "hay que desvestir", y cuando un punto de giro consiste tan sólo en una mirada fría, en una canción o en una sonrisa le seguimos, no nos perdemos, pero pretender no ver lo que todos hemos visto es comulgar con ruedas de molino. Y además, en este caso, es un tópico.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Canciones de amor en el Lolitas club, de Vicente Aranda


SIN MODELO
No vienen siendo pocos los tanteos del cine español con el proyecto de hacer películas de mafiosos cuando en España no hay mafia autóctona. Los resultados pasan necesariamente por cintas irreales e interpretaciones esperpénticas. Cuando al actor, al escritor, al escultor, al peón albañil o a quien sea le faltan los modelos no cabe esperar más que que se ponga a improvisar. Pero hay cosas, las más, que no resisten el apresuramiento y la imaginación, y el hacer cine es, sin duda, una de ellas.
Canciones de amor en el Lolita´s club es un thriller a pleno sol con un guión que no soporta una segunda lectura lleno de escenas reiterativas y grotescas. Y esto que está basada en una novela que da la sensación de tener algo, al menos una vez que la película, por fin, arranca, que es casi al final.
La película te hace preguntarte si en España tenemos el don de la interpretación dramática, como tenemos el don de la cómica o como no tenemos el de la enseñanza. Las actrices extranjeras que aparecen en la cinta cubren el expediente de forma mucho más honrosa que los nacionales.
Y es que para hacer una película de mafiosos hay que, al menos una vez, tan solo una, haber visto uno, aunque sólo sea de refilón. Y, por ejemplo, para cantar a Kurt Weill no basta con parecer puta, hay que haberlo sido en una u otra ocasiones. La araña tiene en su mente el patrón de la tela y la abeja el esquema del perfecto panal, no importa en qué escondido u oscuro resorte de su mente. ¿Dónde tenemos nosotros metido el de la camorra?

viernes, 7 de diciembre de 2007

Habitacion sin salida, de Nimrod Antal


EL TAMAGOTCHI
Hoy un adolescente norteamericano ha asesinado a ocho personas en un centro comercial y luego se ha matado. En su habitación se ha encontrado una nota: "Ahora seré famoso." En Alemania, aproximadamente al mismo tiempo, una madre ha matado a sus tres hijos y luego se ha entregado a la policía. En otro lugar de Alemania sin relación con el anterior han aparecido los cadáveres momificados de tres niños de meses, al parecer todos de la misma madre. Todas estas noticias, que superan a Dostoyevski y sus temores de que el ferrocarril y la industrialización trajeran una ola de crímenes y nihilismo a Rusia y al mundo, forman el subtexto real del nuevo terror al que yo personalmente sigo con interés desde las dos primeras obras del rockero Zombie.
Digamos que el nuevo terror se caracteriza porque en él han desaparecido tanto los componentes esotéricos (seres que vienen de otros mundos a causar el mal) como la correlación puritana e inmadura entre sexo y crimen. Y entonces lo que está haciendo este terror es concentrarse en el aquí y ahora, está llevando a cabo una función de reflejo y denuncia sociales. Como las que llevaba a cabo la novela negra.
Es cierto que aún vincula sexo y violencia, pero ya no se trata del tradicional vínculo gore, sino de el que se da en realidad entre estas dos esferas ocultas de la naturaleza humana.
Es también cierto que la película que reseñamos no tiene mayor calidad que un telefilm bien rodado, pero si su subtexto nos llega y nos pone enfermos es que existe. Y por supuesto que aunque estas películas se confiesen reflejo pero también causa de la violencia (a menudo mediante imágenes de TV), de nada sirve censurarlas. Aunque lo pidan a gritos. El problema no está en la superestructura, no está en las hojas (aunque esas hojas-internet-industria audiovisual hagan cada vez más de raíces), está en las raíces.
Realmente vivimos tiempos sombríos, o al menos así nos lo parece. Internet, por poner un ejemplo, muestra su lado más oscuro antes de que hayamos empezado siquiera a utilizar sus "infinitas posibilidades". Internet es una especie de Tamagotchi al que hay que dar de comer como sea, al que yo le doy de comer ahora, al que todos los de la blogosfera le dan de comer, aunque sea con snuff movies. ¿Y quién está haciendo las películas oscuras que se corresponden con estos tiempos? ¿Quién es el Marcel Carné que está rodando Le quai des brumes de hoy en día? Quizá sea el director de una cinta de terror. Ficticia o real.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Blade Runner, de Ridley Scott


EL ESPERPENTO TECNOLÓGICO
Toca ahora ver un "montaje del director"; el de la mitificada, que no mítica, mítico en cine es todo, Blade Runner.
¿Qué decir de una película en la que a un condenado a muerte su asesino le dice: "Yo he diseñado tus ojos"? Te quedas tan "alucinado" como el replicante que no encuentra la respuesta.
La peli está llena de referencias culturales. El espejo de Jan Van Eyck en el que el pintor holandés pintaba con un pelo del pincel, mejorado por una tecnología digital que ya te pasa al otro lado del espejo, una referencia a un verso de Edna St Vincent Millay, "La luz que dura la mitad de tiempo, brilla el doble", Edipo matando a su padre, palomas, unicornios hechos realidad, campanadas, manos crispadas y clavos de Cristo. Tanto es así, tal es la densidad "icónica", y tantos son los cambios de tono que a veces parece un prólogo de Bergman. Una brutal acumulación de significado visual.
Y de teatralidad, porque el modo de actuación es muy teatral (el replicante muere bajando la cabeza, honesta, extraña y expresivamente, los brazos se van detrás de la amada...). U operístico, siendo el tema tan wagneriano, si se me permite seguir acumulando adjetivos.
Los cambios de tono son tan bruscos que los actores cambian de personaje en medio de una escena, del thriller a la comedia, del thriller al drama, del thriller a la escena romántica o al esperpento. Y es que si los norteamericanos tuvieran más sentido del humor o más libertad y menos sentido de la responsabilidad falso hubieran hecho de Blade Runner un esperpento tecnológico, porque eso es lo que es.
El final ha quedado en la nueva versión abierto, oscuro y más decente, porque rechaza el happy end (el director sabía que la biotecnología tampoco iba a traernos la paz) y porque la última frase muestra el peligro que corre el eslabón más débil, que es siempre el de la vida y si no mírese lo que pasa con los abortos.
Dicen los de la trama que ésta falla por demasiado sencilla, que no es creíble. Tanto mejor, así no hay que pensar sino que te puedes recostar en la butaca y reflexionar, que es otra cosa. Al cine no se va a pensar durante la proyección. Se va a pensar después.
Blade Runner, más que un monólogo famoso es la descripción de un universo de pesadilla bajo una luz gélida. Blade Runner, más que una película postmoderna es un toque de diana para que por ella desfilen todas las razas, todas las lenguas y neolenguas, todas las estéticas, todos los tonos y cambios de tono, todas las películas y todas las tribus en una sociedad sin ningún nexo. Nuestro único nexo es el Nexus 6.