jueves, 1 de mayo de 2008

Poesia de tirano

BAB´AZIZ, DE NACER KHEMIR, en los Multicines de Bilbao

"La perfección, de cierta clase, era lo que buscaba/ y la poesía que inventaba era sencilla de entender", escribió W.H. Auden en Epitafio para un tirano. La perfección de cierta clase y, junto a ella, no muy lejos, los tiranos buscan la abnegación de cierta clase, cierta abnegación simple. Y ambas cosas las veo en el último producto del cine antiglobalización y por la paz, en la última película para cine clubs paseada por veinte festivales que al parecer no tienen nada mejor que hacer: Bab´Aziz.

Bab´Aziz, que se subtitula "El sabio sufí", es una colección de historias o fábulas financiadas por Irán, narradas por el típico sabio ciego y ambientadas en el desierto, una gavilla de episodios cuya espiritualidad se nos escapa quizá porque aquí a los ciegos se les despeña al más puro estilo del Lazarillo. Pero más allá de lo que se me ha escapado exóticamente me ha recordado fuertemente al cine franquista en el que el lloro de un protagonista también era una intromisión intolerable en la intimidad del espectador, en el que el amor era espionaje y la poesía lo que no puede ser jamás la poesía: intimidad violada, únicamente secreta, nunca pública, obscenidad.

Los cuentos -una exacerbación de cuentos contados por los unos a los otros, una exacerbación de las Mil y una noches, de la propia cultura- están llenos de la visión acrítica de las dictaduras y pretenden estar ambientadas a medio camino entre la Edad Media (también un antiguo y seguro refugio franquista) y la modernidad hippy (quién sabe si del turismo, como en nuestro caso), con lo cual chirría todo. Los iraníes, como los franquistas, hacen también aparecer al niño-adulto adoctrinado, al niño que no es niño, sino el ideal del régimen. Y todo este esfuerzo por mostrar la cara amable, todos estos enternecedores intentos por congraciarse y evitar el bombardeo dan en una propaganda nada flexible porque es gubernamental, porque no es algo vivido, como lo es la propaganda norteamericana (lo que, bien pensado, es peor).

Pero antes de matarnos tenemos que conocernos todo lo que podamos, al menos hasta que empecemos a conocernos mientras nos matamos, por lo que he apuntado en un cuaderno todo lo que nos unía, no vaya a ser, como parece, que nos estén engañando: nos unía la gacela cartesiana de Abentofail, una referencia a la anamnesis platónica o cosa parecida, otra, muy breve, en una canción, al atomismo y otra, en un cuento, a algo así como el espejo lacaniano. ¡No es poco! Racionalismo, física y Lacan. ¿Se necesita algo más? Con esto yo ya les pasaba el cáliz tibio de la amistad.

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