jueves, 10 de abril de 2008

La fuerza


JOE STRUMMER, VIDA Y MUERTE DE UN CANTANTE, DE JULIEN TEMPLE
Pienso que el ideal sería que no existieran tribus ni movimientos (quizá yo forme parte de uno y no lo sepa), pero sin embargo voy a ver el documental sobre Joe Strummer, el cantante y jefe (no le gustaba el dinero, pero sí la fama, se nos explica) punk de los Clash. Y lo hago lleno de preguntas. ¿Quién creó el punk? ¿Las armas nucleares? ¿El trabajo? ¿El aburrimiento inglés? Quizá todo ello a la vez.

La sala se llena de gorras suburbiales, patillas y botas doctor Martens con puntera de acero. Huele a calcetín usado y me empiezo a sentir incómodo con tanto imperdible. No me gusta autodestruirme, quizá porque yo eso me lo tomo muy en serio. No deseo -en esto estoy de acuerdo con Cela- ni la muerte que tuvo Rainer María Rilke, simplemente no la deseo, pero el documental me va enganchando desde el principio. Está lleno de buenos modos: utilizan películas antiguas -alguna del free cinema- en sustitución de imágenes de archivo, hacen una animación cuidada y discreta con los dibujos originales del cantante, la ambientación es adecuada (alrededor del fuego), los sonidos eligen las imágenes, no dicen quién es el que habla, por si no los conoces... Y además algunas letras del grupo parecen poesía de Allen Ginsberg: (Con mayúsculas de punk) LA ERA DEL HIELO SE ACERCA, EL SOL SE HACE MAS FUERTE, SE AGUARDA UN COLAPSO, Y EL TRIGO APENAS CRECE...

Pero el bueno de Joe, que parecía indomable, cae al final en la trampa en la que caen todos los anglosajones. No en vano son el pueblo que ha instaurado el planteamiento, nudo, desenlace y, al final, la moraleja constructiva. ¿Pero qué tiene que ver la moral con la música? Nuestro Joe, en plena decadencia, se dedicó a intentar encontrar la inspiración con la moral de por medio, como paracaídas, cuando el único grupo que queda de la época es el más cínico de todos. Eso -el poner la moral en primer plano, cuando estaba convenientemente ocultada por la estética- y las entrevistas a los testigos norteamericanos, que consiguen hacer el culto de la personalidad de un punk, es lo sorprendente del documental, si es que hay algo que pueda sorprender todavía de ellos. (Son como los japoneses. Ven sólo lo que son.)

Ahora queda por saber si me he vuelto o no me he vuelto punk. No, no lo soy. Pero reconozco que tienen fuerza. Y que, como dice el documental, los necesitamos. Los macarras tienen más futuro que los números uno.

P.D.: Y el punk, además, es un canto al amateurismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro que te haya molado el documental. A mi (que tampoco me gusta el Punk ni falta que me hace) me gustó bastante "The filth and the fury", que era del mismo papá. Hay algo sano en esto de recordar a los chicos de los imperdibles, aunque sólo sea para ver lo lolailos que eran, dentro de su Union Jack. A ver cuándo te vienes a la capital a dar un garbeo, joer.