viernes, 28 de septiembre de 2007

¿Quien teme a Virginia Woolf?, de Mike Nichols


LO INTEGRAL

Necesitamos democracia, necesitamos policía, necesitamos austeridad, necesitamos que vuelvan los viejos recios tiempos, necesitamos un par de huevos fritos con talo... Y necesitamos, y rápido, una lectura claramente antifeminista de obras como ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee, lo cual es, en parte, como decir que hay que hacer una revisión marxista de El capital. ¡Habrase visto...! Pero hay que hacerla. Porque la mentira se enseñorea rápidamente en el mundo. Yo digo que ¿Quién teme a Virginia Woolf? no ha enfadado a las feministas porque de lo bien que les va han dio al teatro, han abierto los ojos y no la han visto.
- "Allí nos abrimos paso juntos", dice la mujer de un joven profesor. "Yo tuve que presentarme a todo el mundo yo misma."
- "Fue un parto fácil", dice la protagonista.
- "No, trabajaste, Martha, trabajaste.", le replica rápidamente el marido en unos diálogos vertiginosos que casi se superponen.
- "Se sentaba a mi puerta y aullaba y arañaba el suelo. No podía trabajar, así que me casé con ella.", dice el profesor.
- "Así que aquí estoy, atrapada con este fracaso", se explica ella.
Pero cuando parece que la obra de puro verdadera se está alejando de la estética y está y estás tú mismo entrando en el terreno de la ideología y, digámoslo así, de la pura verdad, Albee le da la vuelta a todo y muestra la otra cara de una gota de agua. Lo muestra todo desde el punto de vista opuesto, como debe ser, y entonces conoces que ellos también se han casado con ellas porque la mujer es el camino hacia el poder, con ellas ¿que sólo quieren ser amadas?, y ves lo equivocado que estabas al dejarte llevar por la ideología y no por la verdad, por la verdad integral. Y eso también es arte. Y así hasta la victoria-derrota de la mujer; me estoy refiriendo al final. Pero los auténticamente derrotados han sido los testigos, tanto dentro de la narración como fuera de ella. La pareja de jóvenes que asiste a la destrucción de la pareja protagonista es el testigo, es la tinta del psicoanalista sobre el papel, que necesitan Martha y Georgie para tirarse los trastos la cabeza pero también es la víctima porque han visto lo que les espera con el determinismo de un historiador, con las razones sangrantes que sólo un historiador, George, sabe dar. Los destruidos somos nosotros, el público, y ya no tanto como el día de su estreno porque hoy sólo creen en el matrimonio quienes, literalmente, no lo practican.
"Albee", decía una socióloga argentina, Esther Vilar -estoy citando de memoria- "es si el varón americano sigue siendo hombre cuando no puede alimentar a una hembra americana". No sólo, no sólo... Albee es una verdad, una verdad integral.

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