sábado, 22 de septiembre de 2007

Historias de cocina, de Bent Hamer

EL GENIO NACIONAL, RISIBLE

¿Le ha ocurrido alguna vez no saber de qué se ríe la gente en el cine? Bien, la nefasta Historias de cocina del director sueco Bent Hamer nos da la oportunidad de analizarlo. Ésta se basa en una historia real. Después de la segunda guerra mundial, un tal Instituto sueco de estudios domésticos se dio cuenta de que si se organizaban las tareas de la cocina se ahorraba una cantidad enorme de tiempo y trabajo familiar. Por eso llevó a cabo un estudio positivista para conocer los movimientos en la cocina de un grupo de solteros noruegos. Un observador tomaría nota de todos los movimientos en la cocina de uno de estos noruegos. Ya tenemos uno de los ingredientes básicos de la comedia (los suecos contra los noruegos) y la garantía de que el público se va a tronchar con ello. Además se añaden un par de personajes excéntricos (el público no sabe de la advertencia de Nietzsche: "¡Cuidado con los excéntricos!"), absurdo casi hasta llegar a la incongruencia y algo de sentimentalismo. Pero sobre todo una de las obsesiones de hoy en día, el genius loci, vamos a llamarlo así, el genio del lugar, el carácter nacional que, debidamente estereotipado, forma parte de la definición moderna del paraíso para un público globalizado que ve cómo los rasgos nacionales se pierden como si no fueran necesarios. Nada divierte y emociona tanto hoy como el genio nacional, quizá porque se ve como inofensivo, amenzado, bello y, al mismo tiempo, superfluo, absurdo. Así que, aunque la película está ambientada en los años cincuenta, tiene un argumento con todos los ganchos de hoy, incomprensibles para el público de entonces.
Lo único salvable es la crítica al positivismo de algunos diálogos: "¿Cómo creemos saber algo de ellos simplemente observándolos? Obsérvate a ti mismo.", le dicen al "observador neutral" llegado de Suecia.

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