viernes, 16 de mayo de 2008
Eso cursi tan argentino
LA ANTENA, DE ESTEBAN SAPIR
Los negocios al lado del cine son un café con internet, una tienda de informática, un club del Opus Dei -cerrado- y a su lado, acompañándolo simbólicamente (que cada cual piense lo que le dé la gana), el pub Rasputín. El dueño de la tienda de informática no te mira cuando te asomas por la puerta. Y tanto en el café como en el pub todos van a lo suyo. Aunque en el pub no estén en internet es como si estuvieran en internet. Te miran, sacan la máxima información, te retan y pasan de largo. Fuera, en la calle, todo está muy oscuro y es feo, suburbial, mal urbanizado, a diferentes alturas. Las balconadas del rascacielos frente al cine -unas cubiertas y otras no- son como nichos iluminados. La película que voy a ver no puede venir más a cuento.
La película tiene un silencio (es entera, si exceptuamos la soberbia banda sonora, un silencio, pues trata de la comunicación moderna) como de fieltro rasgado o de micrófono abierto. La película es una fábula muy densa y muda acerca de la comunicación, ya lo hemos dicho, pero lo que quiero decir es que es más densa aún por ser muda, ya que la mudez se compensa siempre haciendo que pasen con rapidez más y más cosas y no hay películas más densas que las mudas. (Y la rapidez en la pantalla no es otra cosa que la lentitud del reloj.)
La película tiene también esa cosa argentina y cursi que delata que lo que son en realidad los sudamericanos es franceses. Sudamérica (quizá Méjico sea la excepción), por puro esnobismo y por voluntad propia, se ha convertido en el imperio adoptado de una nación sin imperio. Los sudamericanos, cuando les van las cosas mal, maldicen en español y cuando les van bien, divagan en francés.
La película es una fábula que se lanza, que el autor ha lanzado y que cada cual entiende a su manera, más o menos sin muletas psicoanalíticas. Ignoro si Esteban Sapir tiene relación alguna con Edward Sapir, el lingüista, pero su tesis sí que tiene que ver con los dos planos separados del lenguaje (el interno (como ordenación de las ideas, las palabras) y el externo (como comunicación, la voz)).
A mí las fábulas me aburren, pero ésta me parece además especialmente tramposa. Porque, como buena fábula, tiene una estructura de planteamiento, nudo y desenlace, que copia los "Alimentos TV" que la propia película critica. Hasta tiene un eslogan para recordar a la salida: "Nos han quitado la voz, pero aún tenemos las palabras". El único, absolutamente el único director legitimado y capaz de hacer una película sobre la incomunicación moderna es Godard, si es que no la ha hecho ya. En vez de La antena podrian poner Alphaville y quitarle la voz.
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