viernes, 2 de mayo de 2008

Teorizaciones placenteras

ELEGÍA, DE ISABEL COIXET

Entro en el zaguán del cine con los nervios como miles de agujas a punto de estallar -lo que parece un anuncio para una crema para la piel, pero es cierto- por el continuo taconeo de las mujeres al andar, por su levedad tan densa, por su sí es no es, por su miopía permanente y terca, su autismo de milenios que no acaba de despertar. Me pasa a veces. Así que en la cola de la taquilla, esperando detrás de más mujeres, decido ver la nueva de Isabel Coixet, para exacerbarlo todo y ver qué pasa.

Isabel Coixet, una champagne socialist que diría Martin Amis, una defensora de las jóvenas entre pasarela y perfume que lo ve todo y a su manera a través de unas preciosas gafitas color fucsia pero de la que yo no veo nada de nada (hasta hoy). La belleza está en los ojos de quien la mira, se lee en el cartel de la entrada, pero seguro que la Coixet se guarda al menos un punto de giro para darle la vuelta al eslogan de la película. Así que entro.

La Coixet ha rodado una película que es una copia de Woody Allen, un Woody Allen sin ironía, que entonces se queda en los restaurantes de Manhattan con los personajes pidiendo la carta y poco más. La Coixet dicen que tiene fijación por los enfermos -también en esta película- pero hay que decirle a la mujer que eso no es una visión artística, una Weltanschauung, sino un rasgo curioso o una perversión inconfesable y así, sin cosmovisión fuera de los hospitales, una se queda sonando no a lo que es, sino a lo que lee o a lo que ve.

En cuanto al libro de Phillip Roth en el que se basa, muchos escritores buenos han escrito libros narcisitas y menores acerca de teorizaciones placenteras como la mujer. Alberto Moravia escribió el infumable El hombre que mira y Roth ha escrito este relato facilón y autobiográfico hecho de citas, unas famosas y otras nuevas, y lleno de puntos de giro por eliminación. Que el porvenir es largo, parece ser toda la sabiduría judía que Roth ha puesto en este libro.

Pero lo curioso de Elegía es que la Coixet ha vuelto a dar la visión masculina de la belleza femenina, ya que los desnudos femeninos de la tercera edad que pone siguen resultando desastrosos, mientras que la Penélope Cruz y Ben Kingsley salen pasables. Y esto es algo en lo que estaba autorizada a dar batalla. Pero parece que las feministas han bajado los brazos también en esto. Es lo que tiene que las ideologías se convirtieran en sensibilidades.

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