jueves, 27 de marzo de 2008

Ñoña, pero japonesa


EL BOSQUE DEL LUTO, DE NAOMI KAWASE
Tras un interregno en el que no ponían nada (es bueno "despantallizarse", que diría Berlanga), vuelvo a la bitácora con esta película japonesa de cine-documental.

Digamos que El bosque del luto es el tren de Cuentos de Tokyo pasando todo el rato: puro budismo. Y uno cada vez cree más en el budismo y se toma más en serio aquel castigo que Allen Ginsberg imponía a los senadores americanos a los que cogía mintiendo: una hora de meditación al día. De los budistas se dice -dicen los cristianos, mejor dicho- que no hacen nada por el prójimo. ¿Pero qué hacemos ya realmente por los demás? Si sólo deseamos paz. Y en la película, en vez de pegarse (hay dos escenas de maltrato), se lanzan ramos de flores a la cabeza, lo que se agradece. Se golpean a ramillazos. Arigato.

El bosque del luto, estaba diciendo, utiliza un socorrido estilo documental que facilita mucho el rodaje y que, por eso, hoy se lleva mucho. La película es exótica en el más estricto sentido de la palabra (aunque otra cosa es que la espiritualidad japonesa se parezca mucho a la nórdica), y por eso no aburre gran cosa. Porque el asilo japonés que describe (caligrafía, jardinería y lenguaje de las flores) no tiene nada que ver con el "Etxe maitea" (fútbol, la Cope y crucigramas), el apestoso geriátrico en las traseras del cine en el que se proyecta la película y que uno se imagina lleno de televisiones vacías y vacías sonrisas de asilo. Y Japón nos interesa. Pero no todo es exotismo: está la laguna Estigia, la barca de Caronte, hay también descafeinadas apariciones bergmanianas de muertos, todo fluye y nada permanece, ecología, la gran catedral de la naturaleza y el gran árbol de la muerte... Y ahora me acuerdo de que esta mezcla para los japoneses no es un problema porque son sincretistas.

La película es japonesa, pero también es ñoña. El protagonista es un viejo caprichoso y mandón, como uno se imagina la cultura japonesa y, de la misma manera, el tema impone cierto imperialismo sobre lo demás, lo que también es malo. Es un documental temático y epicúreo sobre la aceptación de eso que nos cuesta cada día más aceptar y que los psiquiatras llaman "los hechos de la vida". Ante la dureza de la vida nos espantamos como viejas devotas y entonces alguien nos viene a enseñar "el abc de los sentimientos", como si fuéramos alumnos de Educación para la ciudadanía, lo que, en resumidas cuentas, resulta bastante molesto. El bosque del luto -siguiendo con el tema de la creación de sentimientos- no es más que una sensación, que la creación de una sensación, es una idea, una etimología, un apunte que crece imprevisible, lineal como el tiempo y rápido como la vida, a partir de la nada. Es una campana budista a la que hace sonar el viento. "Let the wind speak, that´s paradise", decía Ezra Pound. El bosque del luto, la verdad, es poca cosa. Pero es japonesa. Hai.

1 comentario:

krisish dijo...

"No hay reglas formales, ya sabes".
Yo me quedé con esta frase de la película, entre las pocas que hay claro.
El caso es que, esto es puramente anecdótico, fuimos mis compañeros de japonés y mi profesora a verla para ir practicando, y claro, una película con tantos silencios, y además hablada en dialecto no dio mucha oportunidad.
En mi caso me gustó bastante, las "interpretaciones" son muy buenas y la descripción del asilo también (aunque choque con nuestro modelo de asilo español) además de los fantásticos planos de la naturaleza.
Soy poco objetiva, ya lo sé, porque la cultura japonesa me encanta.
Un saludo Iban.