domingo, 6 de enero de 2008

This is England, de Shane Meadows


LOS SENTIMIENTOS DE UN SKIN
Uno de los enigmas más grandes que en mi opinión se puede intentar desentrañar en esta vida es el de la existencia, no ya de los skins, sino de las tribus urbanas en general. En esto vive uno de susto en susto. En lo esencial no hago ni he hecho nunca ninguna distinción. Tanto en las bandas de skins como en las de hippies ve uno siempre lo mismo: desesperación, tatuajes y renuncia total a la individualidad. En eso todas son iguales. En la vertiginosa negación del propio carácter. Y de ahí a la usual solidaridad autodestructiva hay un paso si se vive en países tan poco solidarios -en cuanto a su filosofía de vida- como Inglaterra. La solidaridad destructiva, el jefe de los skin heads, absorbe como un agujero negro a los protagonistas de este drama. La comunidad, cualquier comunidad, garantiza que se es alguien en una sociedad competitiva.
Las secuencias de montaje, casi lo mejor de la película, se vacían de semántica hasta dejar sólo la violencia por la violencia. Pues los skins, como los punks, son fenómenos relacionados con la política, pero sólo asintóticamente, en la asíntota que nos lleva al apocalipsis. La película me ha cogido leyendo a Carl Amery ("Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor", que le recomiendo a Aarón encarecidamente -sobre todo en su segunda parte- si es que no lo ha leído ya), quien prevé un nuevo y definitivo auge del nazismo cuando los recursos naturales alcancen sus verdaderos precios.
El apocalipsis. Eso es lo que exportan derecha e izquierda hoy. Y eso se ve muy bien en la película, los dos extremos, skins y red skins, casi tocándose. La gran verdad, el árbol de la derecha unido al de la izquierda por el vomitivo arco de la pérgola.
En definitiva, This is England esconde tras una expresión de tontos una cinta bien hecha, con las tramas y subtramas de rigor, con traumas freudianos y las consabidas heridas del pasado, sí, pero también con escenas de introspección sociológica que poseen en su interior los tres golpes: un pequeño planteamiento, un pequeño nudo y un pequeño e inesperado desenlace. En la banda sonora el ska me ha gustado mucho más, contra la opinión de Aarón, que las previsibles baladas de Einaudi.
Pero al final salía uno de la sala un poco harto de tanto infantilismo de tribu urbana, que no le parecía lo suficientemente denunciado. Hasta que alguien le recuerda a uno que el protagonista tiene sólo doce años, que el director le ha dejado eternamente en los doce años. No se acordaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro de que te hayas dejado caer por Meadows, un tipo en el que tengo puestas bastantes esperanzas a la luz de lo que he podido conseguir de su todavía fresca filmografía. Einaudi me ha fascinado siempre (especialmente en Moretti, donde uno no sabía si reir o si llorar en "Aprile", joder con Moretti que no se acaba nunca) porque utiliza un piano que parece sumergido en mitad de un pantano. Me gustaron sus baladas en la película porque me parecieron anacrónicas, inexplicables, hasta un poquito kitsch. No había gloria alguna en los paseos de los skins, rodados como si Meadows quisiera hacer un triunfo de la voluntad sin triunfo y sin voluntad, lo que no es poco.
Eso, quizá, es lo que más me gustó de "This is england!", que pasa de tomarse en serio a sí misma (incluso la escena final del niño con la bandera resulta patética, de un patetismo melodramático y baratillo) hablando de algo que hay que tomarse tan en serio como el nazismo. Salí disparado a por el libro de Carl Amery nada más leer tu post y prometo pasarte el informe cuando le hinque el diente, ahora estoy con el testimonio de Müller y con el enésimo ensayo sobre "Shoah", ya sabes, se vuelve siempre a "Shoah" cuando se habla de esto aunque sea simplemente para decir lo de siempre: que no es posible explicar Auschwitz. El problema es que lo he leído ya tantas veces y de pronto Imré Kertész y Godard dicen lo contrario que hasta resulta lícito que a uno se le tuerza un poco la ceja. A ver si saco tiempo y escribo sobre la última de Portabella, de la que imagino que te habrán llegado aullidos/críticas/comidas de miembro.