domingo, 13 de enero de 2008

Barroco, de Darko Lukic y Tomaz Pandur


UNAS POCAS PALABRAS VERDADERAS
Alguien me enseñó hace no mucho que la literatura y especialmente el teatro no deben rechazar nunca el material rudo y casi ramplón de los folletines, de las parejas, de lo oculto e íntimo, de los sentimientos. No lo sabía quizá porque yo de éstos tengo pocos o probablemente sea que los tengo escondidos.

Y es que hay un universo sociológico detrás de la forma en que hoy se pide la mano (y el cuerpo entero) de una chica o "se la da un beso". El teatro se nutre del sustrato más inmediato, que no por ello tiene que ser vulgar. Eso depende de lo que se haga luego con ello. Si se va a hacer realismo socialista y adoctrinador o si se va a hacer algo nuevo.
Y ésto es lo que hace Tomaz Pandur en esta obra, nutrirse de los secretos de boudoir de una pareja para mostrarnos lo que somos, sin despreciar ningún material. Y los que "fuerzan" de esta particular forma el teatro son siempre al final los que rezuman amor por él.

Los descubrimientos de Pandur son innumerables. Pandur es un Bach de la escenografía, alguien capaz de dar siempre una nueva vuelta de tuerca a lo que vemos. Con él es el autor el que está escribiendo para la escenografía, y no el escenógrafo para el autor. Convierte el escenario en un espejo.

La misma idea (que no sé si es de él) de situar a los protagonistas en un refugio atómico es genial, como lo son la forma y los movimientos de la escenografía que se convierte en unos Chillidas que nunca aburren. Y la forma de hablar de los personajes, cómo dicen "Gracias" o "Guerra" o "He actuado bien" o "La historia se repite siempre, así que: esto no es el final". No voy a enumerarlos todos. Baste decir que lleva la obra hasta donde todo chirría, hasta el mismísimo ridículo y la trae de vuelta. Y el resultado es fascinante e inaprehensible, es decir, es estético. ¿El cigarrillo final de la marquesa de Merteuil? Bueno. ¿Y la copa? Mejor.

Pandur lo hace todo apoyándose en la música, en la expresión, en la danza y en la escenografía, con poquísimas palabras. Hoy me he dado cuenta de que basta con unas pocas palabras verdaderas. Así definía Leopoldo Panero padre la poesía. Unas pocas palabras verdaderas. Llego a casa cansado, escribo esta crónica y me voy a dormir sin echar una ojeada a lo que tengo escrito de teatro. Le sobran palabras por todas partes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La fascinación por Barroco es algo inacabable. Yo le dediqué una burrada de posts y no llegué a donde quería llegar, que era a Barroco mismo, y luego, unas semanas después cuando tenía a la compañía de teatro delante sólo podía decir:
- Tenemos que hacer "Barroco". No sé cómo, pero tenemos que hacer "Barroco"...
El problema de ese "hacer Barroco" es que es imposible. Es como (siguiendo tu ejemplo) decirle a un escultor "tienes que hacer Chillida". Y claro, ese es el primer paso para equivocarse.
Tenemos que hablar detenidamente de Pandur. Yo sólo creo (cada día lo creo con más fuerza) que "Barroco" es, hasta la fecha, lo mejor que yo he visto en un escenario. El teatro más nuevo y que ha llegado más lejos. Durante las tres representaciones que me tragué en Madrid (tragar: opíparamente y además con cierto canibalismo) tuve la sensación de que me estaban ofreciendo las mejores clases de dirección de teatro.
Pregunta del millón de dólares: ¿Hasta cuándo va a estar "Barroco" por tus tierras? Igual organizo una escapada.

Kimono dijo...

Quiero felicitarte por el blog, caí de casualidad.

Anónimo dijo...

sí, yo también fui a verla; dos veces; en la misma semana. creía que estaba un poco loca, pero ya veo que hay quien comparte locura conmigo. me hubiera sacado un bono para ir a verla todos los días! pero llegué tarde, la última semana, y retiraron la obra de cartel. es tan extraordinaria que duele. me gustó (aunque no era sólo gustar, era algo más, era removerme por dentro) todo: los actores, su interperpretación, las voces, el sonido, la música, el vestuario, la escenografía, el texto, indudablemente las palabras. si vuelve a madrid, sin duda, iré a verla otra vez. entonces, quizás esté a tiempo de sacarme un bono. me alegro de encontrar quien comparta mi entusiasmo por esta obra, que reconozco como lo mejor que he visto hasta hoy.