martes, 23 de diciembre de 2008
Nuestras noches de video-clip
MY BLUEBERRY NIGHTS, de Wong Kar Wai
La noche, el amor perdido, la idealización del amor, el desarraigo, los coches y la basura (y los dulces) son los últimos reductos de una generación de treintañeros que combate el amor con bares (escenario de adolescencia aún) y tartas y que juega quedarse despierto cuando sus padres hace tiempo que ya les han dicho que se vayan a la cama. Son los estadios del calvario de una generación X malparada que no tiene mucho de qué quejarse y que idealiza el amor puesto que idealizar el amor (que es idolatrar a la juventud) es el último defecto del subhombre que no puede crecer.
Wong Kar Wai ha jugado a pintar un cuadro de Hopper, una colección de estampas navideñas de soledad -el abandono, el borracho, la amistad, la reconciliación...- cuya recaudación va dirigida a una asociación de autoayuda o algo así. Una asociación que, como suele ocurrir en la "vida real", explota la soledad más que denunciarla.
La película sólo adquiere sentido cuando insiste en los primerísimos primeros planos, en el exceso (la genialidad sigue estando desde Shakespeare a un paso de lo grotesco).
La película halaga al espectador con su buenismo y degenera en una especie de trama de Vacaciones en el mar o una road movie acrítica donde todo el mundo es bueno y tiene que emparejarse y donde lo único que se salva son esos lugares fuera del tiempo y lejos en el espacio donde nos conocimos, donde vivimos, donde nos vimos por última vez, como indican los acertados intertítulos: tantos días y tantos kilómetros. O el teléfono. Pero otros lo han hecho mucho mejor que él: Atom Egoyan, Wayne Wang , Kim Ki Duk...
La fotografía es soberbia, sí, pero virtuosista, inexpresiva, oriental, a un paso de la colorterapia de la que tan aficionados son los del lejano oriente. Pero uno no está, como decía Cela, para psicoanálisis, terapias olfativas ni para cualquier otro género de socorrida mariconería. A uno hay que decirle las cosas más claras. A uno hay, por lo menos, que decirle algo.
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1 comentario:
Ese quizás sea el problema de Won Kar -wai, que no considera necesario decir mucho porque, como bien dices, su mérito es la imagen preciosista.
A mí no me desagrada, es más, disfruto con su cine hermoso y de poco contenido. Tal vez sea porque así me puedo inventar la historia, rellenar los huecos, como hago con los cuadros de Hopper (la comparación es soberbia, Iban).
He escrito reseña de esta película, tal vez quieras echarle un vistazo.
Un abrazo en la lejanía cercana de los mundos virtuales.
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