sábado, 27 de diciembre de 2008

L.A. con todas las colillas en el suelo


BUSCANDO UN BESO A MEDIANOCHE, de Alex Holdridge
Los amateurs -lo hemos dicho antes aquí- lo han hecho todo. Y en esta película demuestran que, bailando su vals de las imperfecciones y con sus guiones escritos "entre todos" (por mucho que el director sea el único guionista, este guión está "participado") llenos de flecos aquí y allí (lo que sólo demuestra que no se está haciendo un pret a porter), saben hacer hasta lo comercial (aunque el cine independiente americano nunca haya sido muy independiente, sino algo así como el producto de un intelectual americano que -lógico- no se toma a sí mismo en serio).

La película toma prestado el estilo documental, un estilo que, por el blanco y negro (el coffee and cigarrettes irreal de Jim Jarmusch que te mete en la diégesis) y el tema (la juventud) a uno le recuerda los documentales con sonido en directo del Free cinema inglés, al estilo de "Sábado noche y domingo mañana", de Karel Reisz, si la memoria no me falla. Y quedará por lo mismo que queda éste. Por pura sociología y por pura honestidad en el tratamiento.

No quiero hacer una apología de lo indie, entendiendo por indie lo independiente anglosajón, porque, como decía más arriba, los anglosajones, con el proyecto de salvaguardar la democracia, no se toman a sí mismos en serio y no ponen nada patas arriba, no vaya a ser que la gente deje de participar y de envolverse en la bandera cada cuatro años y de donar a Wikipedia en los tiempos muertos. "¿Y entonces qué hacemos?" Y no la hago porque el buen arte, como decía Vargas Llosa, es deicida. Y también cabría añadir que suicida. Pero sí se agradece una comedia como ésta en la que sale el negativo de Hollywood, en la que se incumple o al menos se diluye la Poética de Aristóteles, en la que salen todas las colillas de Los Ángeles, las que barren del suelo antes de comenzar un rodaje. Y esto por mucho que ya conozcamos lo que nos van a contar: quién es el amigo (básico en las indies), quién la novia, quién el extraño del que se va a reir todo el cine...

El final (uno esperaba que, quemando ya del todo la Biblia de la Poética, no hubiera desenlace) queda demasiado largo. Pero es que quedaba el turno de uno por escribir. Se les había olvidado.

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