PROMÉTEME, de Emir Kusturica
De acuerdo, Kusturica es un provocador (lo que ya es bastante malo en sí), pero no hace gracia. Su humor oscila entre el humor del koljós (burdo y una miaja temeroso, que es probablemente de donde viene) y el humor nacionalista, chauvinista, que siempre tiene algo de francés, como de Luis de Funes, que es probablemente a donde va. Y ninguno de los dos tienen gracia.
Cuentan los que leen libros de cine que los norteamericanos se enfadaron mucho con Lubitsch porque éste incluyó el siguiente chiste en Ser o no ser: Un nazi dice de un actor: "Lo que está haciendo él con Shakespeare es lo que vamos a hacer nosotros con Polonia." Lubitsch negó que fuera un chiste de mal gusto. Es bien sabido que los norteamericanos ven la moral en todas partes porque son unos puritanos. La frontera es permeable. El sentido del humor es y no es moral. El sentido del humor también es salvaje. Y si es salvaje ha de revelarse contra el buen tono de forma igualmente salvaje, cosa que Lubitsch hizo y por eso se negó a pedir disculpas.
El humor de Kusturica, o su no humor, es ofensivo en su vitalidad desbordante, es un humor del porrazo y tente tieso, más que de slapstick. Pero lo único que nos enseña es que Serbia acaba de salir de una dictadura, o cosa parecida, una dictadura de campesinas recias, como aquella bailarina de ballet a la que Stalin puso sobre sus rodillas después de haber bailado para él para decirle: "Come, bonita, que estás muy flaca".
Lo mejor de la película es la música, pero es gitana. Y es que Kusturica es alguien que quiere ser gitano pero no se entera de nada.
jueves, 17 de julio de 2008
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