lunes, 16 de junio de 2008

Tarkovsky pret a porter


12, de NIKITA MIJALKOV
Vitali Chentalinski escribe en De los archivos literarios del KGB: "Serguéi Mijalkov [autor de poemas para niños y de la letra del himno nacional de la URSS, presidente de la Unión de Escritores de Rusia], que también ocupaba un puesto en el estrado, desapareció discretamente cuando estalló la ovación. Ese astuto anciano, que había medrado con todos los regímenes incluido el de Stalin, se había dado cuenta de que aquella reunión olía a chamusquina." Así describe Chentalinski a Seriozha, el padre de Nikita, el director de cine: siempre escabulléndose. ¿Y a cuento de qué viene este ajuste de cuentas ahora? Se debe a que tengo la teoría de que hay cosas que se aprenden o se heredan, vaya usted a saber, y, como el padre, que no daba puntada sin hilo, el pequeño Nikita también sabe jugar a uno y otro lado de la red (Quemados por el sol es muy posterior incluso a la perestroika). Y hace bien. Por la boca muere el pez. No seré yo quien se lo eche en cara.

Y, de la misma manera que Nikita se me aparece como poco dado a darse de una vez y para siempre, sus películas, que son las que nos interesan, no se dejan resumir en una frase, en un párrafo, en una cifra. Sus películas son cobardes y valientes a la vez, comerciales y de autor, oficiales y disidentes, europeas y americanas, buenas y malas.

Mijalkov, en 12, ha hibridado Stalker con el cine comercial americano, ha mezclado un arranque increíble con escenas de Fellini para relajar, ha rescatado lo mejor del teatro ruso (El inspector, Sobre los perjuicios del tabaco) y ha permitido que lo toque la trama, la infame carpintería del cine comercial con sus recursos dramáticos de primero de carrera. Y finalmente se ha decidido por una tesis valentísima en favor de la independencia de Chechenia. (Es lo que pasa cuando a las nuevas generaciones se les deja sueltas, no como hacía el tío Koba).

El resultado: un producto casi cien por cien ruso (hasta las citas textuales y el recurso a lo "sobrenatural" de la tercera ola son rusas) en el que lo peor es el original americano, como siempre. Para empezar, las escenas de guerra están rodadas como sólo las sabe rodar un ruso. (Las películas de guerra americanas, digámoslo de una vez, son mierda, pura propoganda belicista). Y los actores... menuda lección dan a las estrellas de Hollywood estos secundarios eslavos que mientras interpretan ni andan ni bailan, ¡levitan!

12 tiene momentos del mejor cine ruso de todos los tiempos, de algo que ha quedado ahí para siempre como un estrato o como la capa del caparazón de una tortuga y de lo que Mijalkov se aprovecha, y uno se ha despistado por un momento y le ha dado por pensar qué será de los pobres americanos, ellos, que apenas tienen historia, una vez que este estratificado talento europeo despierte, pero luego me he dado cuenta de que me olvidaba del público, que nunca iría a verlo.

12 me ha emocionado. Mijalkov ha demostrado que es el mejor director de cine norteamericano vivo. Y he salido del cine emocionado y avergonzado a la vez. Yo también habito una zona donde hay -salvando las distancias- terrorismo e independentismo. ¿Y qué he hecho para retratarlo? Nada todavía.

P.S.: Mención aparte merece la cámara, que baila al son de la música de Eduard Artemyev.

No hay comentarios: