Al hilo de DUEÑOS DE LA CALLE (una mala película a pesar de tener un guión de JAMES ELLROY)
Lo que va de un guionista a un escritor que trabaja ocasionalmente para el cine comercial suele ser lo que va de una trama simplemente deconstruida a una trama lineal pero con sentido de novela social, lo que va de los trucos visuales a los trucos de best seller sobre toda la basura de L.A. (aquí entra la chica que le cura las heridas, aquí viene el malo étnico, etcétera), lo que va de una denuncia inexistente a una denuncia literaria, hipostasiada, digamos que ontológica, lo que va de la agilidad en el ojo a la agilidad en el sentimiento moral, en la mente. La película se mueve de lo que gana sólo en velocidad, en bits por fotograma, a lo que gana en subconsciente y en simbolismo. En definitiva, es la diferencia entre la fantasía desbordante (que es irreal) y la imaginación (que es real). A pesar de todo, a pesar de no tener ni idea y de estar como pez fuera del agua, los escritores que trabajan para el cine siguen mejorando las cosas y dando lecciones a los delfines y otras eternas esperanzas blancas de la sociedad audiovisual. Con ellos no esperas perderte, pero quizá haya cosas escondidas debajo de la alfombra, en el techo falso, quizá aparezca dinero negro detrás de los retratos de los presidentes o de la bandera. De acuerdo, son trucos viejos. Pero también son eternos. ¿Quién no aguanta la respiración cuando aparece la basura detrás de los cortinones?
viernes, 13 de junio de 2008
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