domingo, 19 de abril de 2009
EL Punctum
VALS CON BASHIR
Aarón, en Creadores de imágenes, me ha llevado de la muñeca -mediante una recomendación suya- a ver esta película del israelí Ari Folman. Con gripe y todo.
La película parece en un principio la típica película israelí que prepara una paz condescendiente. Uno tiene la impresión de que los israelíes siguen viendo lo que han hecho con los palestinos como tras un cristal, sin emoción, como si lo hubieran hecho por necesidad (lo cual no está tan claro). Luego, la cinta de Folman va tomando el cariz de pertenecer a la nueva ola de pacifismo que ha surgido como consecuencia de la guerra de Irak.
Pero al final, el cristal (e incluso el pacifismo) saltan hechos pedazos. Y aparece el punctum, la piel purulenta de la realidad que no queremos o no podemos ver. Y el espectador sale del cine con una certeza muy sana: la imagen piensa.
Ari Folman ha hecho una película valiente acerca de las cosas que realmente interesan, más allá de cualquier verdad óntica, acerca de las ciencias del hombre: la memoria (que, como decía Salvador Pániker, funciona con el presente), la historia y la política. Y se ha quedado sin el Óscar, por supuesto.
Nota Bene: Se nos ha pasado de largo la segunda parte de Che, de Steven Soderbergh, al que hay que agradecer una silueta sobria, valiente, honesta y admirada del revolucionario argentino. No es cierto que la película no tenga planos o estructuras interesantes. Y está rodada sin ninguna concesión al efectismo, con verdadera austeridad comunista.
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1 comentario:
Estoy de acuerdo con la breve (¿no decías, Iban, que no había que ahorrar nunca el talento?) reseña que planteas de la cinta de Folman y en desacuerdo con la todavía más breve reseña de la segunda parte del Ché de Soderbergh.
Principalmente porque tengo el pálpito de que Soderbergh ha intentado convertir al Ché en una peli de autor sin autor, de igual manera que en su Solaris convirtió a Tarkvoski en un Star Wars sin Star Wars. Lo que consideras sobriedad yo lo considero aburrimiento, tópico, coñazo desmesurado cuando el mensaje del Ché (supongo, me imagino) era otra cosa. Si yo fuera skinhead de derechas, por poner el caso, me hubiera encantado la peli de Soderbergh precisamente porque está vacía, porque aburre, porque destila ese tiempo muerto y mórbido que no se puede llenar con el pensamiento.
Yo, en lo de los tiempos muertos, siempre pongo el ejemplo de "Los comulgantes" (¡cómo no!). O se llena de cosas que merezcan la pena, o un tiempo muerto aburre al espectador. Si la recuerdas, había un momento en el que Björnstrand acude a ver el cuerpo de uno de sus parroquianos que se ha descerrajado un tiro en la cabeza. Son cinco o siete minutos en los que no pasa nada salvo Björnstrand andando por la nieve entre la ambulancia y el cuerpo. Para mi es el mejor tiempo muerto de la historia del cine: o se descerraja uno un tiro en la cabeza o se muere de pánico.
Con el Ché II a mi me parece que sólo nos queda la representación de un martirio. Y, como sabemos desde Sade, el martirio es divertido y morboso, o erótico o pornográfico. Mira "Camino", no hay nada más excitantemente cruel que ver a la niña guapa morirse durante dos horas y media. Esto me parece una cosa como de misa de doce en pueblo pequeño, cosa aburrida y sin símbolo ni leches. Muy comunista, quizá. Pero poco cinematográfica. Y si no, hacemos chocar "Octubre" con el Ché de Soderbergh.
Cambiando de tercio, en junio pasaré unos dias en Bilbao para un congreso de estética que están montando por allí. El congreso es lo de menos, lo de más es que nos vayamos a comer y a beber por tu ciudad. Te iré informando.
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