martes, 14 de abril de 2009
La leyenda negra de ellos
EL ENCUENTRO DE DESCARTES CON PASCAL JOVEN, de Jean-Claude Brisville
La labor de un escritor no es siempre ir en busca de la verdad. A veces el escritor se puede apostar al borde de la carretera no porque sea un buen sitio ni porque la carretera lleve a ningún otro buen sitio, sino porque si no se mueve puede que la liebre acabe pasando por allí. Para seguir la verdad están los filósofos. Ningún escritor es inmune a la mentira absoluta, ni siquiera Valle (Nietzsche tenía mal estilo en sus poemas), pero a gente como Umbral, con la consigna de "el hombre no se merece la verdad", les fue francamente bien.
¿Entonces qué hay que echarle en cara al académico, al artero, al francés, al esnob, al valium de Jean-Claude Brisville? Una cosa que no se le perdona a un escritor: la cobardía. El escritor que está en primera línea no puede permitirse el no disparar contra el más fuerte. Aunque sea por hacer blanco.
Y Brisville crea una leyenda negra inversa de los luternos o criptoluteranos galos, algo que queda muy bien en Francia (que fue zona de debate y campo de batalla de las dos facciones) y en otros países latinos dedicados al carpe diem, mayormente. Brisville, ¿por qué va a optar? Por lo evidente, por lo que todo académico, por darle caña a la Alemania espiritual y a su representante en suelo nacional: Pascal.
Bien, no digo que no. Pero uno ya está bastante harto de las culturas que no se entienden y no dialogan no tanto porque "hablando no se entiende la gente" sino porque no les da la real gana. Ojo: De Agustín, de Lutero, de Pascal se llega a Heidegger. Y Heidegger podrá haber sido nazi, pero también ha abierto el debate como ningún otro filósofo en este mundo.
Uno antes, hace sólo unos años, para horror de amigos filósofos, usaba de un positivismo a prueba de bombas que venía a ser que "aquí no hay más cera que la que arde". Yo, lo que no estaba claro y no se entendía, no me molestaba ni en echarle una segunda ojeada. Aarón - Creadores de imágenes- fue testigo mudo de alguna de esas contestaciones mías. Cosas de mi filosofía a distancia. Pero ahora valoro más que nunca la apertura del discurso.
A lo que iba es que uno ya no se cree que los luteranos sean tan fanáticos, tan subjetivos y tengan tan pocas virtudes, que sean algo así como el padre de Bergman (ni que los españoles se dedicaran todos al Santo Oficio). Uno está ya decidido al diálogo entre las dos culturas, cada una con sus aciertos y errores, y no al combate como quieren algunos y algunas. ¿Pero qué cabe esperar de un académico?
En cuanto a Flotats, el día en que se trabe, sube al camerino y se descerraja un tiro.
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