domingo, 5 de abril de 2009
Valle slapstick
LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA, de Ramón María del Valle-Inclán
Tituló El Mundo -ése moderno pliego de cordel- hace unos años, que ya van siendo por cierto siempre demasiados, que España no había cambiado, y fundamentaba la opinión, como siempre, en una foto de las propias: la que cerraba la boda de una marquesa con un torero que era el cuñado de un boxeador que era el marido de una folclórica. "España no ha cambiado", sentenciaba la prensa canalla.
Umbral, por otro lado, pero en el fondo el mismo, se burlaba de Cándido porque éste se había sincerado en los optimistas sesenta y había dicho que Valle estaba "muerto, muerto, muerto".
Bueno, pues yo les doy la razón a todos, a Umbral, a El Mundo y al bueno de Cándido, que en paz descansen los tres, por cierto: Hay épocas -cuando se firmó la Declaración de Independencia norteamericana, por ejemplo- en que nos miramos en un espejo iluso y Valle desaparece. Pero esperen un poco, no hará falta ni que la tinta del insigne Tratado se seque, para que las aguas humanas vuelvan a su cauce natural y biológico y Valle, en su inmensa valentía (Valle no se esconde en burladeros morales), vuelva a resurgir. Éste es el caso hoy.
He escrito aquí, en esta gavilla, que para cantar a Kurt Weill no hace falta parecer puta, hace falta serlo. Para representar a Valle hay que tener mucha calle, y hambre de calle y hambre de la otra. Y los actores (no todos) la tenían, pero el montaje, no.
Por eso no me ha gustado del todo el Don Friolera que se ha paseado por Barakaldo estos días.
La Doña Loreta que yo guardaba en mi magín era incitadora, seductora, nunca inocente (en Valle no hay nadie inocente). Por contra, han puesto un Valle de blancos decorados, con actores ceremoniosos, sin la negrura del gallego, y el resultado es previsible: carece de fuerza.
El texto ha aparecido sin dobleces (nada de lo que dicen los personajes de Valle se puede creer), sin retranca ni ironía. Han hecho de él un sainete sin trascendencia, una sit-com en la que Don Friolera se abandona a los "momentos de la verdad" de las teleseries. Hay chistes de bodevil -repetitivos- disparos, petardos y hasta un desnudo.
Y, además, Valle, por mucha pólvora que haya perdido, no es Fo. Se parece, pero no es Fo. Valle es Nietzsche, para Valle todo es justo o casi justo. Lo que pasa es que aquellos de los que se ríe Valle ya no tienen poder, tienen incluso demasiado poco poder. Pero eso se arregla desde la dirección con una Doña Loreta más morena, más incitadora, más colgada de la reja, más puta. Y repito, la culpa no ha sido -nunca es- de los actores, pero han representado un Don Friolera con colorines. Un Friolera que se ha convertido a ratos en un Don Mendo con Raúl Sender. En Barakaldo siempre triunfa lo mismo.
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1 comentario:
¡Qué pena! El último montaje de Luces de bohemia que vi tampoco me gustó, y eso que ese texto es tremendo, como todo en Valle, un bucle real que no cesa, como bien dices.
Una pena lo que hacen con Valle, con su obra, con la ignorancia de creerse mejores por más modernos... en fin, seguiré esperando el montaje perfecto.
Un abrazo esperpéntico desde la lejanía.
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