sábado, 24 de noviembre de 2007

El ultimo encuentro, de Sandor Marai


EL DESTILADO DE UNA NOVELA
Hacía ya meses que escuchaba con desconfianza críticas favorables por parte de todo el mundo a un tal Sándor Márai, un escritor húngaro, o, mejor, astrohúngaro, casi de la quinta, como supe luego, de Joseph Roth y Robert Musil. Y estaba dispuesto a triturarlo, le pesara a quien le pesara.
Pues bien. Hoy he terminado por fin un pequeño volumen suyo, "El último encuentro" y el que me ha triturado ha sido él. Leopoldo María Panero se explicaba así en una ocasión: "En la cárcel descubrí la homosexualidad: Me dieron por el culo." Yo hoy me tengo que explicar de otra manera parecida: "He leído a Sándor Márai: He descubierto Hungría." Pero en el fondo ha sido lo mismo.
La terca verdad es que Márai es alcohol del mejor alambique centroeuropeo, es, como Roth, algo muy difícil de criticar, y leerle, como leer todas estas novelas "de ambiente" es una auténtica delicia. Si los norteamericanos nos han vendido el Big South hasta en las más pequeñas porciones o al por mayor, los húngaros y los austríacos han hecho lo mismo con la decadencia del "königliches und kaiserliches Reich" (el "monárquico e imperial reino"), Kakania, para abreviar, como lo llamó Robert Musil.
¿Cuál es el subtexto de "El último encuentro"? Lo grandioso de la novela, lo valiente de ella, es que parece no tener un subtexto. La novela baila desacomplejada a ambos lados de la cordillera del relato de entretenimiento, entrando y saliendo del país de la venalidad, sin ningunas ganas de convencernos de su genialidad. Como "La cripta de los capuchinos" o "La leyenda del santo bebedor". Y es que no todo es "El castillo". Lo que hace Márai también se puede.
Pero el subtexto, en el que Márai no ha puesto ningún interés aparente, existe y vaya si existe, por mucho que lo esconda. Consiste, o no, se apoya, en aquello que decía Bernard Shaw acerca de que el hombre que escribe sobre sí mismo es el hombre que escribe sobre todo el mundo. O como me pedía permiso una vez Panero: "También puedo hablar de mí mismo, ¿no?"
La novela tiene musicalidad, refleja un mundo viejo y en franca decadencia y está, indudablemente, bien escrita. Leerla es disfrutar un vodka destilado en el más triste, el más nostálgico y desesperado de los alambiques de lo que se convirtió en, y aún hoy es (véase la guerra de Serbia y la de los Balcanes), "Zwischeneuropa" (Entreuropa). Éstos no se han recuperado. Y nosotros nos dirigimos a Multieuropa.

No hay comentarios: