
VALS CON BASHIR
Aarón, en Creadores de imágenes, me ha llevado de la muñeca -mediante una recomendación suya- a ver esta película del israelí Ari Folman. Con gripe y todo.
La película parece en un principio la típica película israelí que prepara una paz condescendiente. Uno tiene la impresión de que los israelíes siguen viendo lo que han hecho con los palestinos como tras un cristal, sin emoción, como si lo hubieran hecho por necesidad (lo cual no está tan claro). Luego, la cinta de Folman va tomando el cariz de pertenecer a la nueva ola de pacifismo que ha surgido como consecuencia de la guerra de Irak.
Pero al final, el cristal (e incluso el pacifismo) saltan hechos pedazos. Y aparece el punctum, la piel purulenta de la realidad que no queremos o no podemos ver. Y el espectador sale del cine con una certeza muy sana: la imagen piensa.
Ari Folman ha hecho una película valiente acerca de las cosas que realmente interesan, más allá de cualquier verdad óntica, acerca de las ciencias del hombre: la memoria (que, como decía Salvador Pániker, funciona con el presente), la historia y la política. Y se ha quedado sin el Óscar, por supuesto.
Nota Bene: Se nos ha pasado de largo la segunda parte de Che, de Steven Soderbergh, al que hay que agradecer una silueta sobria, valiente, honesta y admirada del revolucionario argentino. No es cierto que la película no tenga planos o estructuras interesantes. Y está rodada sin ninguna concesión al efectismo, con verdadera austeridad comunista.