
FADOS, de Carlos Saura
No lean este post. No vayan a Portugal. No lo estropeen. No lo juzguen con ese pragmatismo español que (Panero lo cuenta) ve en Venecia un magnífico criadero de percebes y en la luz de Lisboa, qué sé yo, ahorro en bombillas. Dejen a los portugueses en paz con su honestidad, su pobreza y su sentido común. En fin, dejen en paz a esos nuestros buenos vecinos que tantas verdades piensan de nosotros.
Los portugueses, en vez de abandonar a las "suecas", son abandonados por ellas y las lloran durante años-luz. En Portugal, como dice la película, se hereda el lirismo y la sífilis. Y de eso trata el fado. Eso es el fado.
Carlos Saura ha rodado un capítulo más de su voluntariosa y efectiva enciclopedia cinematográfico-musical, el del fado: gitanas, pescaderas, poetas da rua, penas desfloradas, "margaritas azules de la libertad" (que equivalen a Lisboa), guitarras, amantes canallas... que nos demuestran que no tenemos canción popular española más allá del magnífico flamenco y que los boleros sudamericanos, como todos sabemos, son infames y apócrifos comparados con el sufrimiento verdadero de un fado.
A mí los fados que más me gustan son los más ortodoxos, como siempre. Y en cuanto a letras ha habido de todo en la película: "Tengo el destino marcado desde la hora en que te vi. Oh, gitano adorado, vivir abrazada al fado, morir abrazada a ti." "Regresa vida vivida para que pueda ver aquella vida perdida que no supe vivir."
En cuanto a Saura, lo consabido: Saura es un fotógrafo. Y de estudio, además. Y ser fotógrafo marca: abuso de las pantallas, del ciclorama, de los focos en forma de paraguas y de un extraño sentido estético hipertrofiado en cuanto a las formas pero subdesarrollado en cuanto a la ética o la trama. Por ejemplo, cuando participan todos en el baile la cosa parece un desfile folclórico comunista. Cosas de ser fotógrafo y de haberse acostumbrado uno al placentero placer instantáneo, al hedonismo vacío, al clic de la máquina.
La película ha sido proyectada en el País Vasco sobre una pantalla descentrada y desenfocada, con toda la soberbia que nos gastamos para con ellos, los portugueses. El proyeccionista no la estaba viendo. Y ustedes no lean este post.